viernes, 1 de abril de 2011

Hay puñales en las sonrisas de los hombres. Cuanto más cercanos son, más sangrientos.

No las puedes distinguir entre la multitud. Son capaces de pasar inadvertidas como el mejor de los camaleones, envenenar como la más sigilosa de las tarántulas, y de arrastrarse y reptar entre los más horribles pensamientos como la peor de las víboras.
Tampoco las reconocerás en un vis a vis. Su falta de carisma, personalidad y otras cualidades diferenciadoras hacen que sus únicos atributos residan en lo más oscuro de su ser; a saber: su indignidad, ruindad y vileza. No debes dejarte engañar por sus pérfidas palabras de pluma descompuesta, que solamente buscarán llegar al peor de tus perfiles, para después ulularlo al mejor postor. Tampoco debes hacer caso a sus fingidos ademanes de preocupación, cuyo único fin será buscar tu ocaso; o sus hipócritas sonrisas de complacencia, simple muestra del regocijo que experimentan al cumplir sus repugnantes tretas.


Ándate con ojo. Se adherirán a tu persona bajo el más simple de los pretextos, y simularán el más irreal de los afectos. Están ahí afuera, esperando un momento tuyo de debilidad para poder acometer sus manipulaciones, fraudes y demás artimañas; a menudo tan míseras en la forma como malintencionadas e hirientes en la realidad. 

A mí ya me ha ocurrido. Yo ya he probado todos y cada uno de sus cianuros, y aún así ninguno ha conseguido el efecto deseado. Después de todo, has de tener en cuenta el mayor de sus desaciertos: no saber elegir a su víctima. Con servidora no han logrado su meta, ni lo harán nunca.

Por eso querido amigo y lector, te hago partícipe de una reflexión que me ha rondado la cabeza mientras escribía estas palabras: Aquellas personas que te invitan a su mesa en una celebración, gastándose sus dineros en tu cubierto, cuando no aplauden tu presencia junto a la suya, no son merecedores del mejor de tus bienes: tu confianza.

Por eso te pido que te hagas eco de mis palabras. Léelas. Escúchalas. Y después actúa como mejor creas conveniente. Pero si algún día caes en la trampa, recuerda aquello que un día leíste entre estas líneas.
Sólo aquél que cree en ti, merece que tú creas en él.

2 comentarios:

  1. Toma ya!!!! Que cuidadín hay que tener :)

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  2. En fin, entre iletradas y otras letradas de aquella manera, nos crecen los enanos.
    Baltar, así, no.

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